lunes, marzo 23, 2009

EVALUACIÓN DEL RIESGO LOCAL FITOSANITARIO EN EL CONTEXTO

Durante los últimos años se han producido importantes cambios en la estructura de los mercados agroalimentarios a nivel mundial, principalmente en la modificación de los patrones de consumo en cuanto a las exigencias en aspectos como la sanidad microbiológica, manipulación de productos agropecuarios y métodos de producción, así como el interés por la salud e higiene de los trabajadores y comunidades rurales.

Lo anterior es evidente al revisar los documentos del TLC, OMC, FAO, FDA (Food and drug administration), USDA, OIE (Oficina internacional de epizootias), IPPC (Convención internacional de protección fitosanitaria) y del Codex Alimentario con respecto a los obstáculos técnicos de comercio, observándose que los nuevos mercados, incluso los de nivel local como los hipermercados, dan una gran importancia a estas exigencias.

Para afrontar estas exigencias, se requiere de una profunda revisión a las rutinas de producción agropecuaria de manera que se permita articular la economía de un país agropecuario como el nuestro a los procesos de globalización; procesos que entre otras cosas, obligan a los países a la adopción de prácticas sanitarias internacionalmente aprobadas, apoyadas en servicios de sanidad agropecuaria y de control de alimentos, constituyendo un sistema que a su vez busca mejorar la situación sanitaria y disponibilidad de alimentos con un comercio confiable entre los países del mundo.

Estas medidas, representan un desafío para los productores, quienes se ven enfrentados a mercados cada vez más rigurosos y con dificultades de acceso. En algunos casos, estas exigencias significan un incremento en los costos de producción, a veces en un porcentaje considerable. De cualquier manera, quienes quieren seguir en la competencia del mercado agroalimentario deben modificar su forma de producir, adoptando las normas que rigen las buenas prácticas agrícolas, incluyendo las específicas para calidad.

La siguiente propuesta, pretende aportar elementos de discusión para ser considerados en la deconstrucción del proceso de asesoramiento técnico por parte de Ingenieros Agrónomos y Forestales, con especial énfasis en el manejo fitosanitario de los agroecosistemas dentro del marco del desarrollo sostenible, recordando la sistematicidad que comprende este proceso.

Las exigencias de los nuevos mercados y las expectativas de seguir en el negocio causan en los Asistentes Técnicos, entre otras cosas, incertidumbre por la urgencia de diagnósticos y pronósticos de eventos, que permitan realizar recomendaciones acertadas, de modo que se descarte el ejercicio de la práctica fitopatológica forense, donde se quieren identificar las causas de los problemas de producción cuando estos ya han generado pérdidas.

El ambicioso concepto de la Salud Pública Vegetal (SPV), surge a mediados de los años 90 y puede definirse como el arte de manejar una baja probabilidad de la ocurrencia, establecimiento o desarrollo de un evento físico, químico o biológico adverso durante los procesos productivos agrícolas. En este concepto, se liga todo el sistema de producción vegetal integrado basado en un manejo racional de los recursos, combinando información, criterios, materiales y métodos con la mortalidad natural de patógenos y plagas, dando una gran importancia al impacto de los procesos productivos en los agroecosistemas y comunidades tanto rurales como urbanas, ya que se reconoce que la fitosanidad es un fenómeno que afecta a la sociedad en su conjunto y no solo al sector productivo o campesinado.

El sector agrario del país esta en un proceso de cambio y ajuste a un nuevo modelo y a unas nuevas políticas macroeconómicas de globalización, por lo que en cada uno de los subsectores (Agrícola, Forestal y Pecuario) se debe alcanzar la competitividad, productividad y eficiencia sin detrimento del ambiente, para garantizar la actividad económica presente y futura de propietarios, arrendatarios e inversionistas, ya que como renglón primario se da dinamismo a los demás sectores económicos, siendo los profesionales de las ciencias agropecuarias los llamados a responder a este reto.

El nuevo modelo económico, ha sido denominado desarrollo sustentable, donde economía, ecología y sociedad van de la mano y es deber de los profesionales del sector, administrar las relaciones bióticas y los flujos o cadenas de energía desarrolladas entre los componentes del agroecosistema como consecuencia de los procesos de coevolución entre las especies.

Fig. No 1 La coevolución es una interacción asociativa entre seres y sus acervos genéticos, que ha permitido la variabilidad a causa de la adaptación genotípica y fenotípica entre ellos. Esta interacción puede ser simbiótica o antagónica, siendo el caso más interesante el parasitismo, donde el parásito depende metabólica y evolutivamente del hospedador.

Este modelo de desarrollo, es alternativo a otros y es fruto de la evaluación de los resultados negativos y depresivos sobre los agroecosistemas y procesos agrarios desarrollados bajo el modelo de revolución verde, permitiendo plantear alternativas para el manejo de plagas y enfermedades, diferentes a las de los años 70’s, que se basaban en análisis determinísticos. En esta forma contrarrestar las plagas y enfermedades, se sobrevaloraba el riesgo y se favorecía el uso de medidas de control de efecto extintor, resultando estas finalmente costosas, frecuentemente contraproducentes y no siempre eficientes.

Las medidas de manejo de cultivos y control de plagas y enfermedades implementadas bajo el modelo determinístico fueron conocidas como parte de la “revolución verde” y se caracterizaban por:

ü Uso de variedades con resistencia selectiva frente a un segmento de poblaciones de parásitos: el mejoramiento tradicional se concentró en liberar variedades con resistencia vertical o monogénica, lo que tuvo como consecuencia al sembrar algunas pocas variedades que el agroecosistema y el negocio se hicieran vulnerables.

ü Erosión genética: los agricultores al hacer uso indiscriminado de variedades mejoradas especialmente de cereales no volvieron a sembrar especies y variedades locales, haciendo que estas desaparecieran, las cuales posiblemente poseían genes de interés.

ü Uso de plaguicidas: las variedades de alto rendimiento generalmente son susceptibles a epifitotias y a la competencia, lo cual demandó el uso frecuente de estas sustancias, favoreciendo el desarrollo de la industria agroquímica y elevó los costos de producción.

ü Contaminación ambiental: la liberación de altos volúmenes de agroquímicos sin conocimiento de sus efectos en los seres vivos y en los agroecosistemas favoreció la contaminación de suelos y aguas, con sus respectivas consecuencias negativas en la cadena trófica.

ü Contaminación de alimentos: debido a liberación de agroquímicos sin tener en cuenta los períodos de carencia para su consumo.

ü Se redujo la eficacia protectora en varios sistemas agrícolas al perturbar la autorregulación poblacional: el monocultivo y la destrucción de refugios por la ampliación de la frontera agrícola desbordó toda capacidad de resilencia y flexibilidad de los agroecosistemas.

ü Efectividad de las medidas poco durable: la degradación ambiental y la dinámica evolutiva de los seres vivos, fueron factores de presión de selección especialmente sobre las poblaciones plaga, lo que hizo que estas fueran resistentes, originando que las técnicas de manejo se modificaran frecuentemente por su inefectividad.

Fig. No 2 El modelo determinístico era representado, con el clásico “Triangulo de la Enfermedad”, donde se consideraba que si coincidían una planta susceptible y el inóculo del patógeno en unas condiciones ambientales favorables, el resultado era el desarrollo de una epifitotia (enfermedad); luego el modelo progresó hacia la pirámide, donde la altura del triangulo representaba al factor antrópico. Finalmente, la epidemiología al lograr demostrar la naturaleza estocástica (aleatoria) de las epifitotias, las representa mediante muchos engranajes que deben ajustar para que se presente una enfermedad.

Hay que considerar que las disciplinas científicas comprometidas con la protección de cultivos, están entre la espada de los grandes problemas fitosanitarios que amenazan la seguridad alimentaria y la pared de las exigencias de los movimientos que reivindican el derecho de la sociedad a un ambiente sano, donde casi todos los ciudadanos están contentos con los productos de la agricultura moderna, pero no aceptan la tecnología que se usa para producirlos, ya que consideran que no es amigable con el ambiente.

Para dirimir este conflicto, se han establecido principios para una producción sostenible bajo los preceptos de Rentabilidad, Durabilidad y Equidad Social y Ambiental, ligando toda la oferta tecnológica al concepto de Salud Pública Vegetal (SPV), donde el Asistente Técnico es retado a tomar decisiones y generar recomendaciones con base al análisis de riesgo local para el establecimiento o desarrollo de plagas y patógenos (ARLP), el cual se fundamenta en el análisis epidemiológico y etológico, así como en el conocimiento de los procesos de patogénesis, parasitismo y competencia.

Para superar este reto en la ciencia agraria, los profesionales del sector estamos obligados a generar e implementar medidas que cumplan con las siguientes siete características élite:

ü Técnicamente implementables: las medidas deben ser factibles con los materiales y recursos humanos del país o de la región, sin necesidad de cambiar en extremo las costumbres de producción o que no requieran de un proceso de capacitación exhaustivo que desanime a los agricultores.

ü Económicamente costeables: las medidas no deben requerir grandes inversiones de capital como un factor básico para hacerlas atractivas, especialmente si bajan con certeza los costos o aumentan la rentabilidad.

ü Con criterio de equidad social: las medidas podrán ser implementadas tanto por grandes inversionistas como por pequeños agricultores y deben beneficiar a las comunidades rurales y urbanas sin alterar su cultura.

ü De bajo impacto ambiental: las medidas no deben alterar el entorno, especialmente el suelo por el manejo técnico, ni la diversidad de especies por la introducción de poblaciones exóticas.

ü Que no alteren las estructuras genéticas de las poblaciones de los agroecosistemas: las medidas deben permitir la deriva y flujo genético de las poblaciones, aunque este puede ser regulado para no favorecer el aislamiento de un genotipo no deseado.

ü De efectividad durable: las medidas deben ser confiables y permitir la estabilidad y resilencia del agroecosistema, para que se puedan implementar dentro de planes de manejo de cultivo y de agroecosistemas a largo plazo.

ü Que permitan integrar labores de mitigación de ser necesario: las medidas de alto impacto deben ser acompañadas por labores de mitigación que amortigüen de manera conveniente los impactos o riesgos inevitables al tomar una decisión técnica.

La evaluación del riesgo implica la estimación de la probabilidad de ocurrencia de un evento adverso para el agroecosistema y de la magnitud de sus consecuencias. Los riesgos se han establecido como físicos, biológicos o químicos. El análisis de riesgo local de plagas y patógenos (ARLP) esta relacionado con la estimación del riesgo biológico y consiste en el proceso de evaluación biológica y/o de otras evidencias científicas y/o económicas para determinar la posibilidad de infestación o desarrollo a niveles de daño económico de las poblaciones de plagas o patógenos, así como permite determinar las medidas fitosanitarias, su intensidad e impacto de las mismas sobre el agroecosistema al implementarlas para el manejo del riesgo previsto, teniendo esto último algún grado la relación con el riesgo químico.

El análisis de riesgo local de plagas (ARLP) consta de cinco fases:

ü Identificación de posibles fuentes de riesgo.
ü Determinación de la magnitud del riesgo.
ü Elaboración de alternativas de manejo.
ü Evaluación del impacto de las medidas.
ü Implementación del plan de manejo.

El primer paso se inicia con identificación de las fuentes de riesgo, para lo cual se debe hacer un reconocimiento del entorno del agroecosistema, de manera que se recaude suficiente información y evidencia científica, las cuales se constituirán en los pilares del ARLP, aportando los elementos de análisis para el AsesorTécnico.

Para la determinación del riesgo físico debe prestarse especial atención a los accidentes orográficos, como pendientes, taludes, cercanía a ríos o quebradas, etc., los cuales permitirán decidir si se siembran o no áreas cercanas a los sitios de riesgo o si es necesario modificar los linderos del lote.

El riesgo biológico lo constituyen los patógenos, los insectos y plantas arvenses, que enferman, causan daños, interferencia (por alelopatía o competencia) o deprecian el valor de la tierra ya que están implicados en los procesos deletereos a los cultivos al ser considerados plagas, vectores, hospederos alternos o fuentes de inóculo.

En la determinación del riesgo biológico se requiere de una alta capacidad para realizar correctos y acertados muestreos de manera que se determine la prevalencia de plagas y patógenos, fuentes de inóculo y posibles mecanismos de dispersión. Para esto debe conocerse la biología y comportamiento de plagas y patógenos, siendo de gran ayuda la elaboración de un listado de ellos, según los reportes históricos en la zona y en el país y otro listado de los problemas exóticos.


Fig. No 3 En el ARLP es necesario considerar los factores bióticos (microorganismos, insectos y plantas) y abióticos (oferta ambiental, subsidios energéticos, insumos y tecnología) ya que las interacciones entre estos determinan el rendimiento en un agroecosistema, siendo los responsables de la brecha entre el rendimiento obtenido localmente (lote-finca), la capacidad local de rendimiento (región) y la capacidad genética o fisiológica de rendimiento.

En caso de detectarse o presumir la presencia de un patógeno o plaga debe iniciarse el proceso de clínica o diagnosis vegetal para la identificación del agente causal o el reconocimiento de un insecto o planta arvense, ya que es el único medio válido para magnificación del riesgo si consideramos que cada organismo presenta un comportamiento diferente, lo cual tiene implicaciones en su manejo y de igual forma permite inferir el impacto de las decisiones técnicas sobre ellos.

En el análisis de riesgo local de plagas (ARLP), es indispensable que el profesional que realice las actividades de diagnóstico disponga de las siguientes competencias y elementos básicos:

ü Racionalidad: es el elemento que orienta a una organización sistémica de las labores de campo y laboratorio, acordes con el conocimiento técnico-científico con el fin de hacerlo más ordenado y preciso.

ü Objetividad: es el complemento de la racionalidad, siendo un factor que indica la necesidad de proceder de acuerdo a la existencia de una realidad ya que la ausencia de esta competencia expone al profesional a cometer errores por apresuramiento o exceso de confianza en su experiencia.

ü Conocimientos técnicos: son el soporte científico para comprender la predisposición de las plantas y la favorabilidad del ambiente; entre los conocimientos que debe acreditar son los de anatomía, fisiología, fenología, ciclos patogénicos, etología de plagas, mecanismos de interferencia, técnicas de cultivo y métodos de diagnóstico y reconocimiento de plagas, plantas, patógenos y toxicidades.

ü Equipo adecuado: en cuanto a la disponibilidad de equipos, las Universidades, las agremiaciones de productores y los centros de investigación deben integrar sus recursos físicos, económicos y humanos para apoyar a los agricultores en la generación de conocimiento y tecnología de una manera eficiente en el manejo de estos recursos.

ü Habilidad para trabajar en grupo o buscar asesoría.

ü Experiencia y mayor conocimiento que sólo con el tiempo se logran.

De otro lado, es necesario recordar que los agentes causantes de las enfermedades no solo son bióticos (microorganismos), además pueden ser abióticos (fisiópatos), genéticos (teratógenos) o iatrogénicos (mal manejo de agroquímicos y tecnología).

Dentro de los agentes bióticos, los más importantes son los microorganismos, los cuales son definidos como los seres vivos de un tamaño inferior a 0.1 mm y que cumplen con algunos de los procesos fisiológicos como organización, irritabilidad, crecimiento, reproducción, adaptación y mutación. Estos son estudiados por ciencias como Micología, Bacteriología, Nematología y Virología; desde la invención del microscopio en 1.674 se ha generado suficiente conocimiento de estos, especialmente durante el siglo XX gracias al avance de las técnicas moleculares.

De los microorganismos identificados hasta el momento, muchos son reconocidos como de importancia agropecuaria, ya sea por causar pérdidas económicas en cultivos y bosques naturales, constituyéndose en un grupo heterogéneo y diverso de seres que en forma natural crecen y se alimentan sobre las mismas fuentes nutricionales o materias primas que el hombre utiliza; o porque además en los agroecosistemas, estos cumplen acciones beneficiosas como recicladores de los elementos constitutivos de la materia orgánica, especialmente de compuestos de carbono (C); juegan un importante papel para la formación de suelo por los procesos de meteorización; son los responsables de la liberación lenta de nutrientes a las plantas; permiten la fijación de nitrógeno (N) atmosférico; de manera simbiótica (micorrizas), amplían el área exploratoria de las raíces, especialmente para la solubilización de fósforo (P) y entre muchas otras acciones, son biorreguladores (enemigos naturales o control biológico) de otros microorganismos, insectos y plantas.

Las fuentes de inóculo de patógenos al iniciar un proceso productivo son los residuos vegetales infectados, plantas hospederas alternas, los vectores y el suelo.

Por otra parte los insectos y plantas causan daños o interfieren en los procesos productivos, razón por la cual es necesario también recordar algunas de sus características ya que están implicados en los procesos patogénicos al ser vectores u hospederos alternos o fuentes de inóculo.

Los insectos, como artrópodos, morfológicamente poseen cuerpo segmentado, un exoesqueleto, apéndices articulados y simetría bilateral; éstos son el grupo de seres vivos más abundantes en número de especies y de individuos que cualquier otro grupo de animales en nuestro planeta y junto con otros artrópodos, constituyen una población de organismos importantes en los agroecosistemas agrícolas y forestales, debido a que juegan un papel importante en la polinización, en la dispersión de enfermedades y la calidad de la madera.

Las fuentes de insectos al iniciar un proceso productivo son las posturas en las plantas arvenses de los alrededores del agroecosistema y la presencia de estados inmaduros y maduros en el suelo; sus relaciones con los patógenos pueden ser no persistentes, semipersistentes, persistentes y transováricos.

Las plantas se definen como seres vivos anclados al suelo por raíces y son por naturaleza los responsables de sostener todos los niveles tróficos desarrollados en los agroecosistemas y en todo el planeta casi en su totalidad, ya que transforman la energía lumínica en química, de manera tal que nos proveen alimento y materias primas como fibras, aceites, madera y compuestos químicos.

El hombre al desarrollar los procesos de agricultura y silvicultura para el aprovechamiento de las plantas, ha encontrado que ellas presentan diferentes tipos de interferencia interespecífica, denominando plantas arvenses (malezas) a aquellas plantas que en un momento dado pueden interferir con los procesos productivos, ya sea por alelopatía, competencia, siendo hospederos de plagas y enfermedades o simplemente depreciando el valor de la tierra por su presencia.

Las fuentes de material propagativo para las plantas la constituyen principalmente las semillas sexuales, las cuales presentan generalmente germinación diferencial, razón por la cual se explica el desarrollo de plantas arvenses durante todo el ciclo productivo. Los métodos de propagación asexual como bulbos, rizomas y estolones también son importantes para mantener poblaciones en campo.

Hasta los años 80, en absoluto cualquier microorganismo, insecto o arvense presente en un agroecosistema se consideraba como una plaga que debía eliminarse, pero afortunadamente se logró establecer la actividad benéfica que muchos de estos organismos presentan sobre las plantas o procesos productivos, así como se logró comprender que sólo en ciertos períodos críticos y en poblaciones por encima de los niveles de umbral de daño económico se amerita realizar acciones de choque. Por esta razón, son considerados en conjunto, como agentes determinantes de la fitosanidad en las producciones, y bajo el enfoque de sistemas se deben estudiar en los Subsistemas microorganismos, insectos o arvenses, los cuales son factores que influyen en la productividad del agro ecosistema. Para el desempeño de un Profesional del sector Agrario, el estudio de estos seres, le aporta los criterios básicos para su manejo.

El segundo paso es la determinación de la magnitud del riesgo, para cual se debe hacer la consideración del daño potencial en términos de pérdidas de producción o ventas en el caso del ingreso, establecimiento, desarrollo o infestación de plagas y enfermedades a niveles de daño económico o simple contaminación; además se deben estimar los posibles costos de las labores de erradicación o manejo.

Es sumamente importante que tanto el asesor como el productor entiendan y conozcan el potencial destructivo de una enfermedad, plaga o maleza porque de esta manera no se dilapidarán esfuerzos ni dinero en aquellas de bajo potencial depresivo.

Paralelamente debe determinarse la dispersión o distribución espacial del problema en el campo, la cual puede ser localizada, agregada o en focos, al azar o presentar una distribución uniforme. Además debe determinarse la magnitud del problema en términos de incidencia y severidad, para esto es de gran ayuda calcular el área bajo la curva de progreso de la enfermedad o daño ya que proporciona información sobre la evolución de estos a lo largo del tiempo.

Fig. No 4 La información de la dinámica poblacional puede contrastarse con el área de tejido afectado en el concepto de Área Bajo la Curva.

Es importante tener en cuenta que cuando una población de patógenos o de plagas superan los niveles de umbral de daño económico, esto no se debe a procesos determinísticos, sino que por el contrario se reconoce la naturaleza estocástica de estos procesos, es decir, entran en juego tantos factores que hacen que el desarrollo de altos niveles de incidencia o severidad sea un proceso fortuito.

La determinación del umbral de daño es un proceso relativo puesto que las condiciones de mercado (especialmente el hortícola) y la fluctuación de los precios de insumos y productos pueden hacer variar la valoración del concepto. Es difícil establecer rangos, los mismos dependerán de una valoración actualizada de todos los factores a tener en cuenta, para luego decidir la actitud a asumir.

Estos datos se deben cruzar en una matriz donde se contraste la información meteorológica esperada para la zona, infiriendo la influencia del ambiente en el comportamiento de las poblaciones de plagas ubicadas en sitios aledaños o presentes in situ en el lote, con las características del material vegetal sembrado.

Entre los muchos factores que hay que considerar, están en primer lugar los climáticos o ambientales, que hacen parte de los factores predisponentes, en donde la humedad relativa y la humedad del suelo, juegan el papel más importante para el desarrollo del ciclo patogénico de los patógenos foliares y del suelo respectivamente; además hay que tener en cuenta la humedad dependiente de la precipitación o del método de riego, ya que en términos generales, la humedad activa a las estructuras que sirven de inóculo a los hongos y la lámina de agua permite el desplazamiento de bacterias y nemátodos; tampoco hay que olvidar que la disponibilidad del agua para la planta tiene un gran efecto para su fisiología.

La humedad, temperatura y luminosidad también son factores que afectan el comportamiento de insectos y plantas arvenses, en cuanto a actividad en los primeros y prevalencia de especies en los segundos.

Con los anteriores elementos debe estimarse el progreso esperado del problema según las condiciones ambientales pronosticadas, y de acuerdo con el potencial depresivo reportado para la plaga o patógeno, se debe calificar el riesgo y de ser necesario determinar un estado de alerta que nos obligue a implementar algún tipo de acción, inclusive considerar realizar labores de erradicación.

En el tercer paso se hace un listado de posibles alternativas para el manejo de los problemas determinados en el paso anterior con calificación de algún grado de riesgo, bajo los preceptos de Rentabilidad, Durabilidad y Equidad Social y Ambiental; si la medida no cumple alguna de las siete características élite mencionadas, no debe ser considerada o tenida en cuenta. Es necesario prestar especial atención al análisis del impacto de las medidas sobre el agroecosistema.

El manejo de plagas y enfermedades en el marco de la SPV debe consistir en la selección y uso apropiado de técnicas destinadas a minimizar los efectos negativos de estas en los agroecosistemas, es decir, llevar a las poblaciones de estos a causar un nivel de daño compatible con los rendimientos y utilidades de los cultivos. La correcta elección de la tecnología, depende de los conocimientos que tengamos de las poblaciones, dado que son precisamente éstas las que definen las características comportamentales en los procesos de parasitismo o competencia y la eficacia de la tecnología aplicada.

En el cuarto paso se debe elaborar un plan de mitigación para las consecuencias negativas esperadas de las decisiones técnicas a implementar sobre los flujos de energía que se dan en el agroecosistema o sobre sus componentes.

Aquí cabe recordar que el hecho de decidir REALIZAR o NO una labor de “selección de un material vegetal”, “método de siembra”, “riego”, “fertilización”, “aplicación”, “manejo de invernadero”, “práctica agronómica”, etc., tiene efectos de manera intencional o no sobre los flujos de energía que se presentan, ya que inicialmente el impacto lo reciben las plantas de cultivo y arvenses productoras de energía, no disipando el efecto, sino que se transmite por todos los niveles de la cadena trófica en los agroecosistemas.

Especialmente debe considerarse el impacto que causa la liberación de sustancias agroquímicas tanto en las poblaciones de organismos de los agroecosistemas como en las comunidades rurales y urbanas, ya que es allí generalmente en estos lugares donde nacen o corren las fuentes de agua para los acueductos o se producen los alimentos.

En el quinto paso se implementa el plan de manejo, junto con las medidas de mitigación en una secuencia lógica y a su determinado tiempo, sin olvidar realizar evaluaciones y monitoreos constantes que permitan realizar los ajustes necesarios durante el desarrollo del proceso productivo.

Las medidas deben ejecutarse en el momento adecuado y en las condiciones correctas para asegurar el mejor control o disminución de la probabilidad de riesgo, de no ser así, los costos de las medidas de manejo extemporáneas se sumarán a las pérdidas provocadas por las plagas y patógenos.

Puede afirmarse que un programa de SPV implementado para evitar un evento de parasitismo o competencia y mantener las plantas libres de plagas desde una visión holística debe integrar o tener en cuenta los siguientes elementos básicos:

ü El ser humano, con el reconocimiento que los problemas fitosanitarios de los cultivos son un fenómeno que afecta la sociedad en su conjunto, ya que se exige maximizar los rendimientos y productividad con un menor deterioro ambiental.

ü Conocimiento de los procesos desarrollados en los agroecosistemas que ayuden a tomar decisiones con criterio agronómico, económico y ecológico, permitiendo cuantificar las tres dimensiones del fenómeno social de la fitosanidad: (a) el potencial depresivo de las plagas y enfermedades sobre los rendimientos; (b) el riesgo que localmente se presente un efecto depresivo de magnitud considerable y (c) el impacto de las diferentes medidas y métodos sobre el ambiente.

ü Información y monitoreo de las especies involucradas, especialmente de la composición genética de las poblaciones, así como de su disposición espacial .

ü Establecimiento de niveles de acción o umbrales densidad poblacional, los cuales permiten la disminución del número de aplicaciones de plaguicidas, ya que se racionalizan estas en función de un factor.

ü Materiales o herramientas para la manipulación de las poblaciones, entre las que se incluyen, labores agronómicas, liberación de antagonistas, variedades resistentes, elicitores, otras formas de manipulación genética y plaguicidas, donde la decisión de usar uno u otro material o de prescindir de cualquiera de ellos depende del riesgo que represente la densidad y la estructura poblacional del patógeno.

ü Medidas y métodos que son las actividades desarrolladas como la evitación, exclusión, etc., donde las tácticas más adecuadas son variables según la epifitotia de que se trate.

Para finalizar, sólo alcanzando el ideal en donde todos los profesionales agropecuarios implementemos de forma coordinada los análisis de riesgo local de plagas y patógenos en acción conjunta con líderes rurales, autoridades locales, transportistas y comerciantes y en especial con las agremiaciones de agricultores y el ICA, permitirá desarrollar el concepto de SPV para establecer un sistema de pronóstico de plagas y enfermedades agropecuarias de alta sensibilidad de manera que se emitan alertas tempranas basadas en sistemas de información geográfica (SIG), donde se caractericen áreas geográficas grandes con mayor riesgo, considerando el diseño y ejecución de muestreos estadísticos en diferentes épocas del año a fin de conocer el comportamiento de las plagas y enfermedades a monitorear.

Dependiendo de los resultados de los muestreos que se realicen, se podrán clasificar las explotaciones y áreas según el riesgo de ocurrencia de factores que incrementen la probabilidad de aparición o desarrollo de focos de plagas y enfermedades.

De otra parte, la educación sanitaria a productores y la formación de técnicos en fitosanidad son eventos básicos ya que son los que se encuentran en contacto permanentemente con las plantas, de manera que puedan identificar los síntomas y signos de infección o enfermedad en los agroecosistemas o la aparición e incremento de una plaga, así como la aplicación de medidas de profilaxis.

Como complemento a las acciones anteriores deberá realizarse campañas agresivas con las comunidades para despertar o avivar alto grado de conciencia de los pobladores e integrantes del sistema productivo agropecuario a partir de una pedagogía participativa. Con base a las evaluaciones de estas acciones, será necesario reprogramar actividades que fortalezcan el sistema de análisis de riesgo y de alarma.

Todas las consideraciones anteriores permitirán un aseguramiento en la inocuidad de los alimentos y una mayor eficiencia en los procesos agrícolas ya que se contemplan los planes de mitigación, lo que redundará en un sistema de buenas prácticas de producción agropecuaria, en el marco de la construcción de una cultura fitosanitaria.

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